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UN PAÍS EN GUERRA DE AGUA [Songkran Festival 2018, Tailandia]

Me despierta un ruido temprano por la mañana. No es el sonido del incesante ventilador, no son las pesadillas de mi compañero de viaje o el calor abrasador de abril en el norte Tailandés. Escucho atenta: gritos y tambores, vienen de la calle probablemente. Haciendo el menor

alboroto posible, por que N sigue durmiendo plácidamente, voy en puntillas hasta mi mochila y me pongo aquel vestido azul cielo que días atrás consideré donar o tirar a la basura. Me apresuro por las escaleras del hostel y antes de salir diviso un balde verde abandonado en una mesa. Lo levanto y me lo llevo conmigo: va a ser mejor estar armada. Desde el momento que piso la calle me da la bienvenida las risas de un par de hombres tailandeses, acompañados con los disparos helados de sus pistolas. Delante de mí, cientos de personas marchan en un desfile de Budas, monjes y tailandeses vestidos en sus ropas tradicionales (incluyendo un buen número de lady boys también vestidas de forma tradicional). Las personas mayores marchan al lado del Buda, y usan las palmas de sus manos para intentar vertir agua o arrojar flores sobre la figura sagrada. Parados al costado del mismo, también parte del desfile, unos hombres usan un pequeño recipiente plateado para esparcir un agua llena de pétalos sobre toda la calle. Mientras camino hacia adelante, intentando seguir la procesión, niños y jóvenes aparecen desde todos los rincones armados con mangueras y pistolas de agua. Sin pensarlo dos veces, me corren y no se detienen hasta empaparme. Me rio, liberada del calor agobiante, y con mucha determinación me acerco a su stock de agua para rellenar mi balde y devolverles el favor con una carcajada.

¿Qué esta pasando? ¿Es esto un extracto de una novela fantástica de una argentina sobreviviendo en una distopia en la que todos quieren mojarte? Casi, se trata de Songkran, el festival de Año Nuevo Tailandés, un evento en el que todo el país se convierte en una guerra de agua sin ningún tipo de misericordia. A pesar de llevarse a cabo a lo largo de todo el país, la mayoría esta de acuerdo que tiene su mayor concentración en la ciudad de Chiang Mai. El festival toma lugar desde el 13 al 15 de abril, y en un año y medio de viaje es una de las cosas más fascinantes que presencié. El evento tiene origen en las tradiciones Budistas: era costumbre durante el año nuevo ir al templo y mojar respetuosamente a los monjes para luego recolectar el agua bendecida y llevársela a la familia. El agua se utiliza para purificar los pecados y malos momentos del año pasado, consiguiendo entrar limpios al año nuevo. Hoy la realidad es completamente distinta. Aunque los rituales religiosos todavía pueden verse en cualquier templo (gente rezando, llevándole comida a los monjes, arrojándole flores o agua a la figura de Buda), los jóvenes han convertido “mojar respetuosamente” en “empapar completamente”. Hay casos en los que al pasar por alguna tienda local se recibe solo un puñado de agua en el cuello acompañado por un “feliz año nuevo”; pero la regla es que mientras estés distraído alguien va a dar vuelta un balde de agua en la cabeza. La temperatura del agua también es importante: mientras que algunos se conforman con usar el agua casi tibias de las mangueras, otros invierten 80BAH para obtener gigantescos cubos de hielo que, una vez que se derritan, paralizarán a las víctimas. Nada como un inesperado baldazo de agua fría para congelarte las ideas por un momento.

¿Quién esta a salvo en Songkran? La respuesta es absolutamente nadie. Varias veces me anime a aventurarme por la ciudad con mi cámara, haciendo indicaciones frenéticas a la gente que no me mojaran, pero a la mayoría poco les importo. Por otro lado, varios amigos que se olvidaron de comprar bolsas a prueba de agua se encontraron al día siguiente con celulares rotos. El día que llegamos a Chiang Mai desde Pai fue el 12 de abril (ni siquiera un día oficial de la celebración) nos encontrábamos en un taxi con todas nuestras pertenencias. Cabe aclarar que los taxis en la mayoría de Tailandia son o simulan un tuk-tuk, es decir que son abiertos. Gran fue nuestra sorpresa cuando apenas cruzamos la muralla de la ciudad desde todas las ventanas empezaron a entrar disparos de agua. Mi amiga Lu, que no reaccionó y agacho la cabeza cuando N gritó “¡abajo!”, se vió empapada por un baldazo que inesperadamente entró por la ventana. En aquel momento de shock nunca me imaginé que dos días después estaría colaborando con todas las personas de mi hostel para combatir a las personas que viajaban en los tuk-tuks. Así que tengan cuidado con sus pertenencias, o aún mejor: déjenlas en el hostel y disfruten de este evento único al máximo.

¿Cuando se puede salir a la calle sin mojarse? La mejor respuesta es el 17 de abil, cuando todo se calme. Aunque técnicamente la guerra se detiene una vez que cae el sol, nadie promete que un grupo de asiáticos o europeos no te sorprenda camino al 7-Eleven con sus pistolas de agua. Zoey in Yellow, el complejo principal de bares y clubs que abre todas las noches, incluso se encargó de instalar regadores en los pasillos para asegurarse que todo el que salga de noche quede empapado. Por otro lado durante el día si se está en la calle, ya sea en un vehículo o caminando, no hay dios que valla a salvarlo de ser purificado para el año nuevo.

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