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REFLECCIONES INCÁICAS (Visita al Machu Picchu, Peru)

Descubrir el secreto de los Incas es tomar una furgoneta blanca, pequeña, sin espacio para las rodillas, y dejar que te baile el estómago mientras tus ojos se mantienen fijas en las montañas bañadas en verde que ruedan por el cristal. Es llegar, tras lo que pareció una eternidad llena de paradas innecesarias, a la estación Hidroeléctrica y descubrir que nunca

estuviste en una mitad de la nada más civilizada. A tu izquierda, montañas. A tu derecha, montañas. A tu frente, un valle por el cual deberás acarrear tus pertenencias por más de diez kilómetros. Descubrir el secreto de los Incas es caminar al costado del río, cruzar puentes, admirar la punta de aquellas montañas que te envuelven y suspirar una sonrisa cuando las casas de Aguas Calientes comienzan a aparecer. Es hacer la cola en la oficina de turismo comprando los pases correspondientes peleando por los descuentos correspondientes. Es escuchar cientos de alarmas dispararse a las cinco de la mañana y alinearse para cruzar el puente, comenzar a trepar los siete kilómetros de piedra escalonada mientras el sol asoma entre las hojas de los arboles altos. Descubrir el secreto de los Incas es que te duelan las piernas, que te sude el cabello, mirar para al costado y encontrarte con el aliento de algún desconocido que viene de Dios sabe qué rincón del mundo, por que todos tenemos el mismo objetivo, todos queremos develar el mismo misterio. Es ver que llegaste a la cima y alzar los brazos victoriosamente, abrazar a tus amigos, y fruncirle el ceño a todos aquellos que gastaron unos pesos más para tomar el auto bus. Es dar un paso adentro y sentir las lágrimas asomando en la comisura de los ojos; esos ojos que intentan absorber las construcciones de piedra, las llamas pastando en las laderas, y la niebla haciendo que el paisaje juegue al escondite.

Descubrir el secreto de los Incas es sentirnos pequeños ante tanta inmensidad, por que pasan los años y aumentan las teorías, pero la realidad es que poco sabemos de lo que verdaderamente fue o cómo llego a ser este lugar. Machu Picchu: siete horas vomitando en una camioneta, doce kilómetros de caminata por el bosque, siete kilómetros de escaleras para trepar a la madrugada. ¿Habrá algún otro lugar tan en la loma del traste para el que tanta gente de todo el mundo se esfuerza por llegar? Desde que tengo memoria doy la misma respuesta cuando la personas me pregunta cuales son los lugares que más ganas tengo de conocer: Machu Picchu en Perú y la Sagrada Familia en España. En el año 2017 tuve la suerte de recorrer el primero de estos lugares y el privilegio de compartir esta experiencia con algunas de mis personas favoritas: mi compañero de viaje, uno de sus mejores amigos y tres chicos de Austria que conocimos en la ruta; el mismo equipo junto al cual descubrí Chile, Bolivia y casi todo Perú. Machu Picchu es un lugar donde la magia de los Incas y la majestuosidad del paisaje peruano combaten permanentemente con el ajetreo turístico, consecuencia de la popularidad del lugar. Nada puede arruinar más un momento en una ruina antigua que ser empujado constantemente por grandes grupos de personas que se pasean detrás de sus respectivos guías. Debido a que considero que poco es lo que se sabe con certeza de lo que en realidad fue Machu Picchu o cómo fue construido (algunos incluso cuestionan si verdaderamente fueron los Incas responsables por este milagro arquitectónico) decidimos que resultaba inútil contratar un guía. Caminamos el lugar a nuestro propio paso, observando cada detalle, intentando ingresar a las distintas partes de las ruinas a penas las veíamos desiertas. ¿Cómo puede ser que cada piedra encaje tan perfectamente en la otra, como piezas de un rompecabezas esperando ser reconstruido? ¿Cómo se les ocurrió escalonar los bordes de la montaña para poder sembrar sus cultivos? ¿Cómo hicieron para diseñar estos templos donde las sombras a horas específicas despliegan las figuras de sus animales sagrados? ¿Cuántas personas habrán muerto en el proceso de esta construcción? ¿Qué era lo que estaban construyendo? Tantas preguntas, y solo el eco de la montaña para responderlas.

Lo que me resultó cómico sobre el recorrido, es que el camino predeterminado solo te permite avanzar en una dirección, y al tomar un giro incorrecto junto a mis amigos nos vimos obligados a tener que salir del parque. El boleto de entrada solo te permite re ingresar tres veces, así que solo teníamos lugar para cometer dos errores más.

Una de los recorridos que se puede realizar es hacia el Templo del Sol, un par de piedras apiladas que poco se parecen al sol a varios kilómetros cuesta arriba. Pero lo importante al final de este camino custodiado por las llamas que pastan los alrededores no es el templo en sí, si no la vista: a travez del precipicio, pequeñito se ve el Machu Picchu entre las montañas, las cuales podemos seguir con la mirada hasta encontrar el pueblo de Aguas Calientes entre el valle de una de ellas. Y de repente, el río que bordea el valle parece hervir, desplegando una capa gruesa de niebla que se eleva hasta la cima para cubrirlo absolutamente todo. La niebla se disipa, como nubes, la construcción incaica resplandece en la distancia y el ciclo pronto se vuelve a repetir.

No por nada la llaman la temporada de lluvias: caída la tarde, cuando ya habíamos absorbido cada rincón del lugar, se desató una tormenta infernal que nos hizo tener que salir corriendo del parque. Con las calles convertidas en ríos, no nos quedó más opción que pagar los 12USD que le correspondían al colectivo para que nos llevase de vuelta a Aguas Calientes. Aquella noche, mientras cenábamos en el mercado central y chocábamos copas estábamos exhaustos, pero las sonrisas en nuestros rostros nunca habían sido más grandes. En nuestra juventud, habíamos conquistado la montaña Inca y absorbido la grandeza de uno de los lugares más fantásticos del mundo, ¿podíamos ser más afortunados que esto? Ahora solo quedaba repetir todo el proceso para volver Cuzco antes de comenzar una nuevo aventura y a mi, solo me quedaba buscar un nuevo sueño, por que este acaba de cumplirse.

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