ARENA BLANCA Y UN MAR DE SIETE COLORES [Playa Blanca, Colombia]
- Micaela Chutrau
- 9 ago 2017
- 10 Min. de lectura
Es el sueño de cualquiera estar panza arriba en una playa de arena blanca con el tibio mar turquesa del Caribe acariciándole los tobillos. Esta imagen generalmente la asociamos con costosas playas paradisíacas y hoteles cinco estrellas a la orilla del mar, pero todo mochilero que comprobó que de la mano del Universo para viajar no se necesitan grandes sumas de dinero sabe que este no siempre es el caso. A tan solo unas horas de Cartagena aguarda un pequeño paraíso: kilometros de arena blanca, rústicos Hostels de madera donde las camas se reemplazan por hamacas y carpas, pescados frescos listos para el almuerzo y aquel mar turquesa que no tiene precio extendiéndose hasta el horizonte. Playa Blanca en Isla Baru quizás no es la costa más bella en un país que tiene lugares como el Parque Tayrona, pero ofrece un barato refrescante escape del calor de Cartagena y numerosas oportunidades para los amantes del mar y la aventura. Esta en uno elegir si se sumergirá en el mágico plancton bajo la luz de la luna, en sus aguas verdosas para perseguir a los peces cerca de las Islas Rosario o en esa tranquilidad absoluta que esconde el Caribe.

¿CÓMO LLEGAR?
Hay tres métodos para llegar a Playa Blanca en la Isla Barú
1. En lancha: todas las mañanas hasta las 10am el puerto de Cartagena ofrece tanto tours a la Isla Barú ida y vuelta como lanchas que solo te transportan hasta la playa. Estas mismas lanchas parten a Cartagena por la mañana y por la tarde desde Isla Barú. Nota: cuando yo estuve ahí la última lancha partía a las 6 de la tarde, pero es importante preguntar esta información si uno tiene ganas de no perder su regreso a Cartagena.
2. Por tierra: en caso de tener un auto, gracias al Puente de Barú es posible acceder a la isla tomando las carreteras colombianas. En la entrada de Playa Blanca hay también un amplio estacionamiento (cuya seguridad desconozco) donde cientos de turistas y colombianos dejan sus vehículos para ir a disfrutar del mar por unas horas.
3. En transporte publico: esta es la manera más económica de llegar a la isla. Lo que se necesita hacer es tomar un colectivo hacia Pasacaballos por apenas 2.500CO y una vez ahí, se negocia una mototaxi o un taxi hasta la Barú para cruzar el puente y llegar a Playa Blanca. El viaje en colectivo dura aproximadamente dos horas o una hora y media; mientras que el viaje en taxi dura unos treinta minutos.
¿DÓNDE DORMIR?
A lo largo de Playa Blanca podemos encontrar muchísimas distintas alternativas y precios para pasar la noche. Existen cabañas (elevadas

o sobre la arena) que cuentan con colchones y mosquiteros, hamacas paraguayas , espacios para poner la carpa cerca de un hostel y, finalmente, el famoso Hippilandia; apodado por los viajeros que alzan sus carpas al final de la playa.
Personalmente, la primera vez que visité Playa Blanca fue en la compañía de N, y elegimos quedarnos en la cama de un pequeño hostel, donde gozomos de la comodidad de un colchón y la protección de un mosquitero contra las mosquitas del Caribe Nota: en todo Colombia, más allá de los riesgos que hoy en día significan los mosquieros, las playas estan llenas de pequeños bichos que muerden, pican y dejan cicatrices en la piel; asi que es importante tomar las medidas necesarias: llevar repelente, usar pantalones sueltos y dormir con un mosquitero. Las pertenencias se dejan en un cacillero (hay que recordar llevar un candado), la electricidad no existe y el agua dulce es escaza; pero hay posibilidades de bañarse si uno verdaderamente lo desea. Quizás el calor que se pasa por la noche es un gran precio a pagar, pero nada se compara con la recompensa de salir de la cama y encontrarse cara a cara con el mar.
Por otro lado, la segunda vez que dormí en Playa Blanca acampé en la famosa Hippielandia, lo cual resultó ser una experiencia completamente distinta. Aún nos acompañaba el calor, las malditas mosquitas y la belleza del oceano; pero a todo esto se le sumó aquel sabor irresistible aventurezco que tiene cualquier campamento. Eramos cinco carpas y había un grupo más cerca de nosotros, y durante los dos días que pasamos ahí nos ayudamos entre todos. Compartimos historias y compartimos nuestras pertenencias: Juan tenía antiparras para ir a hacer snorkel en la orilla, Flor tenía una olla y fideos ricos para cocinar, Franco tenía la guitarra y un par de versos prestados, la pareja polaca un par de cigarrillos para compartir...

Cualquiera que desee formar parte de esta hermosa experiencia hay un par de recomendaciones relacionadas con la seguridad que deben saber:
i) Es importante montar todas las carpas lo mas juntas posible. Esto se debe al gran numero de episodios sobre los que escuchamos en los que a varios viajeros les cortaron la carpa en la mitad de la noche para robarles las pertenencias. Ni a nosotros ni a la mayoría de los viajeros que estaban con nosotros les paso nada, pero es mejor colocar las carpas juntas y dejar siempre a alguien cuidando el campamento durante la noche para intentar evitar este tipo de malas situaciones.
ii) Es importante desmontar las carpas durante el día para no ser molestados por la policia. La policia en Colombia, en general, es conocida por frenar tanto a los viajeros como a los locales ante cualquier excusa y, en el caso de estos ultimos, amenazar con deportarlos si no pagan una "multa" (que aunque se nieguen a mencionarlo enrealidad es una coima). Hippielandia, por mas popular que sea, continua siendo un campamento ilegal, donde existe un acuerdo entre la policia y los viajeros para permitirles acampar durante la noche siempre que bajen las carpas durante el dia. De ser encontrados con las carpas en alto, la policia revisara toda sus pertenencias en busca de otra excusa para pedir coimas. En caso de que sean detenidos por la policia por algo que no sea serio (poseer un poco de mariguana o estar tomando en un espacio publico) lo importante es mantener la calma, ofrecerse a ir a la estacion u ofrecer pagar una suma pequeña de dinero (no la que les insistiran que deben pagar ellos). Tras un largo juego de insistencias, los dejaran en paz.
ACTIVIDADES
NADAR EN EL PLANCTON
¿Qué viajero alguna vez no vio las fotos de aquellas costas nocturnas decoradas por pequeños destellos de luz cerca de la orilla y soñó con

poder saltar dentro de la pantalla? Por la noche en la bahía de Isla Barú se acumulan cardúmenes de plancton fluorescentes, unas microscópicas criaturas que al entrar en contacto con el movimiento brillan en la oscuridad. Este no es el único lugar del mundo donde este fenómeno ocurre y sin lugar a dudas tampoco en el que se puede apreciar mejor (he escuchado que en Isla Grande es una mejor opción para esto), pero no hay razón para no pasar unas horas jugando en su luminiscencia cuando se elige pasar la noche en la isla.
OPCIÓN 1: TOUR
La primera vez que visité esta playa, solo en la compañía de N, elegimos contratar un tour para ir a apreciar este espectáculo. El tour costó 7000CO por persona, y consistió en dos locales montándonos en una pequeña lancha (que dos veces se quedó sin gasolina) la cual nos llevó hasta el centro de la bahía cerca de las 7pm. Sabíamos que siempre existía la posibilidad de intentar caminar hasta la bahía, pero yo no quería arriesgarme a quedarme sin ver este fenómeno. "Va a brillar, va a brillar" insistían nuestros conductores, mientras continuaban sacando sus manos del bote para agitar las aguas negras bajo la luz de la luna. N y yo comenzábamos a dudar, ¿y si la bahía no había recolectado suficiente plancton aquella noche? ¿Y si no lográbamos encontrarlo? Pero de repente, entre la paz nocturna, solo interrumpida por los determinados chapoteos de nuestros conductores, una tenue luz comenzó a brotar. Sin dudarlo, uno de los conductores saltó del bote y comenzó a mover sus brazos en todas las direcciones. "¡Vengan!" nos dijo, y yo dudé apenas unos segundos antes de ignorar los vientos de la costa y saltar en el agua negra. Inmediatamente ví como, mientras mis ojos batallaban para ajustarse entre la luz de la luna y la oscuridad de la noche, el movimiento de mis manos era seguido por un resplandor. Asi pasamos los proximos quince minutos, chapoteando y persiguiendo el plancton con nuestras manos para maravillarnos por su brillo.
En mi opinión, el tour es una buena forma para contribuir a la economía turistica del lugar, llegar hasta el centro de la bahía de una forma muy efectiva y disfrutar del viaje el bote sin tener que pensar en como regresar. Este último punto es muy importante, ya que en Playa Blanca por la noche la mayoría de los lugares no cuentan con electricidad para alumbrar el camino, y dado que la bahía se encuentra lejos de la mayoría de los hostels, caminar hasta ahí tomaría una larga caminata por la oscuridad. El tiempo nadando con el plancton es justo, y los conductores seguramente lo extenderán un poco si uno se lo pide. Otro punto a favor es que el tour es privado, y aunque la Isla Barú es un lugar muy popular no mucha gente pasa la noche ahí (comparado con lo llena que esta durante el día), por lo que no hay que preocuparse por el exceso de turistas arruinando la experiencia.

OPCIÓN 2: MODO AVENTURA
La segunda vez que me encontré en la misma bahía mi situación era completamente distinta: estabamos acampando en Hippielandia (aquel estrecho de arena que hay si uno camina en dirección a la bahía cuando ya se acaban todos los puestos de pescado y hostels) con un grupo de amigos. Cuando Juan, un argentino que se había pasado el último mes en su pequeña carpa junto a las olas turquesas, mencionó la posibilidad de llegar caminando al plancton esperamos a que cayera el sol para ponernos en marcha. Tras caminar algunos metros (menos de 1km) llegamos a la orilla del oscuro cuerpo de agua, su calma contrastando con las olas que jugaban cerca de nuestro campamento. Sin pensarlo dos veces, todos nos decisimos de nuestras ropas y nos sumergimos de a poco en las aguas. Al principio tampoco vimos nada, nuevamente inundandome las dudas ¿y si el plancton solamente estaba en el centro de la bahía donde nos había llevado el bote?
Sin embargo, apenas nos metimos debajo de algunas plantas en el costado de la bahía, el agua comenzó a brillar. Esta vez, la luminicencia era mucho más brillante y juguetona que la vez pasada, y al estar rodeado de amigos la experiencia se infló: ya no estabamos ahí para mirar el plancton, ahora estabamos disfrutando también de nadar bajo la luz de la luna. De más esta decir que esta segunda vez fue mi favorita, no por desmerecer el tour, si no porque impactó mi memoria con un recuerdo aún más poderoso. La única razón por la cual la caminata a la bahía no nos costó tanto fue por lo alejado de la entrada a Playa Blanca que queda Hippielandia. Le recomiendo este método a cualquier grupo de amigos que se sientan un poco más aventureros. No se lo recomiendo, por supuesto, a cualquiera que tenga miedo de divisar, ocultos en la penumbra de la noche, a un grupo de hippies viajeros chapoteando felices en las aguas.
SNORKEL POR LAS ISLAS ROSARIO
Mi visita a las Islas Rosario y el mar de los siete colores lo dejé para la visita que mi padre me hizo a Colombia. Junto a él, mi padrino y un

monton más de turistas nos montamos a un bote en el puerto de Cartagena y partimos rumbo a la Isla Barú. El tour no hubo que comprarlo por anticipado, el precio se consigió tras discutir por un buen rato con el vendedor, y la salida del mismo fue unos quince minutos tras haber comprado el boleto. Estos mismos tours también son posibles desde Playa Blanca, donde se espera a los turistas de Cartagena temprano por la mañana.
Una vez en la Isla Barú, nos pusieron en una nueva lancha, la cual se adentró en el horizonte hasta que brotaron las magnificas Islas de Rosario. Si Playa Blanca se enorgullese por su arena blanca y sus olas transparentes, pocos adjetivos nos quedan para describir con palabras el Mar de los Siete colores: mientras distintos vendedores de langosta y camarón remaban sus balsas para acercarse, el mar formaba formaba un caledoscopio de azules profundos, turquesas y verde aguamarino en todas las direcciones. Este mar, consecuencia de la cantidad de corales, es la vívida imagen del Caribe, y se extiende hasta envolver la Isla de San Andrés. Aún mayor fue nuestra sorpresa cuando, tras arrojar un poco de la mercancía por la borda, un cardumen de peces amarillos y azules se acercaron a la superficia para devorar el regalo.
De aquí el tour se dividió en aquellos que deseaban ir al acuario y aquellos que deseaban practicar snorkel por un costo adicional. Nota: hay que tener cuidado cuando los vendedores que ofrecen el tour completo dicen que el precio del snorkel esta incluido, ya que son distintos capitanes/compañías/botes por los que te rotan todo el tiempo, y los marineros del bote que esta haciendo snorkel no tienen como saber o como obtener el dinero que se le dió al vendedor que quedó en el puerto de Cartagena. En mi opinión, lo mejor es decirle al vendedor que pagaran el snorkel una vez ahí para que se los descuente de la compra inicial, nadie va a rehusar que alguien elija pagar más dinero eventualmente.
Naturalmente, poco me interesaba ver peces en un acuario si existía la posibilidad de nadar con ellos en su estado natural, asi junto a mi padre optamos por la segunda opción. El punto en el que se practica snorkel esta lleno de corales que le sirven de hogar a millones de peces, y no tenía nada que envidiarle a la belleza de ninguno de los lugares donde el bote nos había paseado antes; pero la concentración de turistas me hizo revolear los ojos. Admirar los ecosistemas que oculta el mar se diferencia por completo de pararse frente a una ruina antigua o un acantilado que despliega un paisaje impresionante: uno no es más un expectador, esta sumergido por completo en un mundo fantastico al que no pertenece. Y esos mismos sentimientos volvieron a mi el momento en el que comencé a jugar con los peces: la majestuosidad de los corales, los tornados de colores que formaban aquellos gigantescos cardumenes, los escondites secretos que había entre las rocas donde los peces te miraban con desconcierto.
Las Islas del Rosario no esta ni cerca de ser el lugar más increíble del mundo para practicar snorkel, pero no deja de ser una increíble oportunidad que cualquier visitante de Colombia no debería dejar pasar. El tour finalizó con un esquicito pescado (que aunque da un poco de miedo comer por que lo sirven con cabeza y todo, una vez que uno arranca no puede detenerse) para devolvernos al puerto de Cartagena antes de las 5 de la tarde.
Personalmente, como todo mochilero, soy muchísimo más fanática de toda actividad que no involucre amontonamiento de turistas, guías con información poco relevante y actividades que cuestan considerables sumas de dinero. La mejor manera de ahorrar es evitarlas, pero la realidad es que, para todos aquellos que no vuelen a San Andrés, el Mar de los Siete colores es una vista imperdible, y nadar con miles de peces de colores nunca desiluciona.

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