ODA AL CÁOS BOLIVIANO
- Micaela Chutrau
- 9 abr 2017
- 2 Min. de lectura
¿Cómo hablarles de Bolivia sin mencionar sus paisajes? Desiertos, volcanes, gaysers, llamas, planicies; lugares que parecen como si Dios, aburrido ya de colorear el mundo con el pasto verde y el cielo azul, se volvió loco con los colores. Lagunas coloradas, lagunas negras, lagunas tornasoladas con tres flamingos rosas posados en ellas. Lagunas gigantescas: el Lago Titicaca, con su bella Isla del Sol llena de secretos Incas.

¿Cómo hablarles de Bolivia sin mencionar sus ciudades? La Paz con sus teleféricos colgando en el aire, con sus subidas y bajadas, sus calles llenas de peluquerías. Sus iglesias, su pasado, su historia, sus mercados infinitos, comidas completas de medio dolar, sus bolsas de plástico en la que los vendedores venden jugo de naranja, su mercado de brujas lleno de pociones de amor y fetos de llama. Copacabana con su puerto, sus mil barcos yéndose a la tierra de los Incas, sus hoteles con precios sin sentido, sus colinas abrazándolo todo que cuando uno escala sin aliento aún se topa con tres vendedoras en la punta.
¿Cómo hablarles de Bolivia sin hablarles de altura? Ese agujero en el pecho, ese dolor de cabeza, esa fatiga, ese "la puta madre" que exclamamos mientras vemos a las señoras cargando mil naranjas en la espalda por una subida sin sudar ni una gota. Duele toda escalera, duele toda carrera, pero pucha que vale la pena mirarlo todo desde arriba de esas montañas.
¿Cómo hablarles de Bolivia sin hablarles de colores? En las lagunas, en las flores, en el caos de los olores, en los carteles, en las mantas que se cargan las mujeres en la espalda. Llevan naranjas, llevan niños, llevan lo que van a vender el próximo domingo en su puesto del mercado.
¿Cómo hablarles de Bolivia sin hablarles de su gente? Donde parece que todo residente vende en puestos, no en locales, vende en bolsas, no en empaques. Baños públicos llenos de cholitas, acomodándose el sombrero, ajustándose las trenzas. Vendedores que duermen en sus puestos, que nos gritan "vaya a otro lado" cuando se les pide un producto.
¿Cómo hablarles de Bolivia? Creo que, en mi experiencia, basta con decir caos. Un caos bello, un caos rico; un caos en el que bailan mil colores, un mal de altura, dos llamas y las mini-van que circulan La Paz. Y de ese caos me faltó probar la selva, me faltó probar el Camino de la Muerte, me quedaron tantos puntos en el mapa. Y a ese caos, a esa tierra tan única y compleja, a esta viajera no le falta ni media excusa para querer regresar.
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